Jan van Eyck (1390-1441): “Retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa”. Escena costumbrista: el esposo bendice a su mujer, que le ofrece su mano derecha, mientras apoya la izquierda en su vientre. Con un naturalismo detallista y minucioso, el artista proyecta desde la ventana una luz suave que le sirve para alegorizar el matrimonio y la maternidad

En los siglos XIV y XV conviven en España dos paradigmas ético-so­ciales femeninos, que se ha convenido en llamar anti­feminista y profeminista. Obras en pro y en contra fueron abun­dantes[1].

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El paradigma antifeminista

Podría resumirse en la tesis de que, en virtud de la primacía biológica del varón, la mujer se subor­dina a éste desde el punto de vista ontológico, psicológico y so­cial. Pueden distinguirse dos modelos: el moderado y el exa­gerado.

a) El antifeminismo moderado está representado por los segui­dores de los más egregios tra­tadistas clásicos, espe­cialmente de Santo Tomás de Aquino y Duns Escoto. Tales segui­dores repiten en el siglo XIV y XV los mismos argumentos de los maestros, expli­cán­dolos a su vez en las escuelas teológicas o uni­versidades re­gen­tadas por Órdenes reli­giosas: por ejemplo, en Salamanca había en 1381 una cátedra de Santo Tomás en el convento de San Esteban y otra de Escoto en el de San Francisco. Dentro de la orien­tación franciscana, aunque más próximo al paradigma pro­fe­minista mo­de­rado, hay que incluir Lo libre de les dones (1396) del catalán Fransec Eixi­menis, un libro sistemático y abarcador, muy conocido en su tiempo y traducido al castellano[2].

b) El antifeminismo exagerado plantea incluso el pro­blema de la perversidad espiritual de la mujer. En este modelo confluyen los versos de Pere Torrellas y Juan de Tapia, o novelas tales como el Corbacho de Martínez de Toledo y la Celestina de Fer­nando de Rojas.

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El paradigma profeminista

se opone a ese antifeminismo que hunde sus raíces en la tradición más clásica de la biología, de la filosofía y de la jurisprudencia antiguas. El sano «sentido común» se rebela contra el aparente cien­tifismo de ese paradigma negativo. Es lo que ocurre en los siglos XIII y XIV, cuando toma  auge la literatura cortesana, impregnada de profe­minismo, que ponía en evidencia el mérito y la superioridad de la mujer. Hay en la España del siglo XIV y XV declarados profe­ministas que seguían la moda del «amor cor­tés», como Juan Ro­dríguez del Padrón, Álvaro de Luna, Diego de Valera, Alonso de Cartagena y Diego de San Pedro, cada uno en distinta medida.

a) Hay, en primer lugar, un profeminismo exaltado. La reivin­dicación femenina se hace, en esta tendencia, con tra­zos exage­rados que muestran a la mujer como un ser superior en todo al varón. El Marqués de Santillana, como poeta, y Juan Rodríguez Padrón, como prosista, tienen que ser contados en esta tendencia.

b) Hay también un profeminismo atemperado que, al reivindi­car a la mujer, no dice que ésta sea completamente superior al va­rón, sino que es excelente en general y que incluso en muchos as­pectos le aventaja. En esa línea se incluye Diego de San Pedro y Martín de Córdoba , este último con un delicioso libro sistemático y didáctico –próximo al antifeminismo moderado– titulado Jardín de nobles doncellas.

El desarrollo y la valoración crítica de estas teorías pueden verse en mi entrada: Paradigma femenino



[1]    «De los tratados escritos para vindicar a las mujeres –re­fería en 1890 Me­néndez y Pelayo–, algunos se han perdido, como el de Alonso de Cartagena; otros se conservan, como el Triunfo de las donas de Juan Rodríguez del Padrón, como el Libro de las virtuosas et claras mujeres del Condestable D. Álvaro, como la Defensa de virtuosas mujeres de Mosén Diego de Valera, sin contar con las traducciones que al mismo propósito se hicieron, así del libro latino de Boccaccio, como del Carro de las Donas del catalán Fr. Francisco Eiximenis. La mis­ma abundancia de tales panegíricos prueba que los detrac­tores eran numerosos y te­mibles, llegando a formar una especie de sec­ta que tuvo por ban­dera el Corbaccio, y más adelante las coplas de Torrellas, a que replicaron Suero de Ribera y Juan del Enzi­na. La fabricación de estos libros y la animación de tal polémica persisten en el siglo XVI, dando por frutos, de la una parte, el Diálogo de las condi­ciones de las mujeres de Cristóbal de Castillejo; de la otra el Gynaecepenos de Juan de Espinosa y el Tratado en laude de mu­jeres de Cristóbal de Acosta. Todos estos libros sirven para la historia de las ideas y de las costumbres; algunos, como el Diálogo de Cas­tillejo y el Llibre de les dones de Jaume Roig, tienen, además, alto y posi­tivo valor poético». Marcelino Menéndez y Pelayo, Antología de poetas líricos cas­tellanos, C.S.I.C., Aldus, Santander, 1954, t. II, p. 215. Del mismo autor, «Novela sentimental», cap. IV de Orígenes de la novela, C.S.I.C., Aldus, Santander, 1953, t. I, p. 175-190; t. II, p. 366. Véase también Fernando Rubio, Estudio Preliminar a la obra de Martín de Córdoba Jardín de nobles doncellas, en Prosistas del siglo XV, Biblioteca de Autores Españoles, nº 171, Madrid, 1964, pp. XXXI-XXXII.

[2]    Francesc Eiximenis, Lo libre des les dones, ed. crítica de Frank Naccarato, Curial Edicions Catalanes, Barcelona, 1981. Fué traducido en 1542 con el título Carro de las donas.