En los siglos XIV y XV conviven en España dos paradigmas ético-sociales femeninos, que se ha convenido en llamar antifeminista y profeminista. Obras en pro y en contra fueron abundantes[1].
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El paradigma antifeminista
Podría resumirse en la tesis de que, en virtud de la primacía biológica del varón, la mujer se subordina a éste desde el punto de vista ontológico, psicológico y social. Pueden distinguirse dos modelos: el moderado y el exagerado.
a) El antifeminismo moderado está representado por los seguidores de los más egregios tratadistas clásicos, especialmente de Santo Tomás de Aquino y Duns Escoto. Tales seguidores repiten en el siglo XIV y XV los mismos argumentos de los maestros, explicándolos a su vez en las escuelas teológicas o universidades regentadas por Órdenes religiosas: por ejemplo, en Salamanca había en 1381 una cátedra de Santo Tomás en el convento de San Esteban y otra de Escoto en el de San Francisco. Dentro de la orientación franciscana, aunque más próximo al paradigma profeminista moderado, hay que incluir Lo libre de les dones (1396) del catalán Fransec Eiximenis, un libro sistemático y abarcador, muy conocido en su tiempo y traducido al castellano[2].
b) El antifeminismo exagerado plantea incluso el problema de la perversidad espiritual de la mujer. En este modelo confluyen los versos de Pere Torrellas y Juan de Tapia, o novelas tales como el Corbacho de Martínez de Toledo y la Celestina de Fernando de Rojas.
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El paradigma profeminista
se opone a ese antifeminismo que hunde sus raíces en la tradición más clásica de la biología, de la filosofía y de la jurisprudencia antiguas. El sano «sentido común» se rebela contra el aparente cientifismo de ese paradigma negativo. Es lo que ocurre en los siglos XIII y XIV, cuando toma auge la literatura cortesana, impregnada de profeminismo, que ponía en evidencia el mérito y la superioridad de la mujer. Hay en la España del siglo XIV y XV declarados profeministas que seguían la moda del «amor cortés», como Juan Rodríguez del Padrón, Álvaro de Luna, Diego de Valera, Alonso de Cartagena y Diego de San Pedro, cada uno en distinta medida.
a) Hay, en primer lugar, un profeminismo exaltado. La reivindicación femenina se hace, en esta tendencia, con trazos exagerados que muestran a la mujer como un ser superior en todo al varón. El Marqués de Santillana, como poeta, y Juan Rodríguez Padrón, como prosista, tienen que ser contados en esta tendencia.
b) Hay también un profeminismo atemperado que, al reivindicar a la mujer, no dice que ésta sea completamente superior al varón, sino que es excelente en general y que incluso en muchos aspectos le aventaja. En esa línea se incluye Diego de San Pedro y Martín de Córdoba , este último con un delicioso libro sistemático y didáctico –próximo al antifeminismo moderado– titulado Jardín de nobles doncellas.
El desarrollo y la valoración crítica de estas teorías pueden verse en mi entrada: Paradigma femenino
[1] «De los tratados escritos para vindicar a las mujeres –refería en 1890 Menéndez y Pelayo–, algunos se han perdido, como el de Alonso de Cartagena; otros se conservan, como el Triunfo de las donas de Juan Rodríguez del Padrón, como el Libro de las virtuosas et claras mujeres del Condestable D. Álvaro, como la Defensa de virtuosas mujeres de Mosén Diego de Valera, sin contar con las traducciones que al mismo propósito se hicieron, así del libro latino de Boccaccio, como del Carro de las Donas del catalán Fr. Francisco Eiximenis. La misma abundancia de tales panegíricos prueba que los detractores eran numerosos y temibles, llegando a formar una especie de secta que tuvo por bandera el Corbaccio, y más adelante las coplas de Torrellas, a que replicaron Suero de Ribera y Juan del Enzina. La fabricación de estos libros y la animación de tal polémica persisten en el siglo XVI, dando por frutos, de la una parte, el Diálogo de las condiciones de las mujeres de Cristóbal de Castillejo; de la otra el Gynaecepenos de Juan de Espinosa y el Tratado en laude de mujeres de Cristóbal de Acosta. Todos estos libros sirven para la historia de las ideas y de las costumbres; algunos, como el Diálogo de Castillejo y el Llibre de les dones de Jaume Roig, tienen, además, alto y positivo valor poético». Marcelino Menéndez y Pelayo, Antología de poetas líricos castellanos, C.S.I.C., Aldus, Santander, 1954, t. II, p. 215. Del mismo autor, «Novela sentimental», cap. IV de Orígenes de la novela, C.S.I.C., Aldus, Santander, 1953, t. I, p. 175-190; t. II, p. 366. Véase también Fernando Rubio, Estudio Preliminar a la obra de Martín de Córdoba Jardín de nobles doncellas, en Prosistas del siglo XV, Biblioteca de Autores Españoles, nº 171, Madrid, 1964, pp. XXXI-XXXII.
[2] Francesc Eiximenis, Lo libre des les dones, ed. crítica de Frank Naccarato, Curial Edicions Catalanes, Barcelona, 1981. Fué traducido en 1542 con el título Carro de las donas.
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