
El pintor Masaccio (1401-1428), con una única fuente de luz y ateniéndose científicamente a la perspectiva, expresa, en colaboración con Masolino, la vergüenza que Adán y Eva sienten en la «Expulsión del Paraíso», un fresco pintado para la capilla Brancacci de Santa Maria del Carmine, en Florencia.
I: ENFOQUE PERIFÉRICO DE LA VERGÜENZA
1. La vergüenza, entre lo privado y lo público
1. En tres aforismos consecutivos plantea Nietzsche en La Gaya Ciencia las siguientes preguntas con sus correspondientes respuestas: “–¿A quién llamas tú malo? –Al que siempre quiere avergonzar. / –¿Qué es lo más humano? [Was ist das Menschlichste?] –Ahorrarle a otro la vergüenza. / –¿Cual es el signo de la libertad lograda? [Was ist das Siegel der erreichten Freiheit?] –No avergonzarse ya ante uno mismo”[1].
Quiero llamar la atención sobre los tres puntos que sobresalen en estos aforismos: primero, que el estado de plena libertad, de libertad lograda, es aquel en que no existe la vergüenza; segundo, que el hombre malo es el que quiere siempre avergonzar a otro; y tercero, que el ejercicio más humano es evitarle a otro la vergüenza. Nietzsche propone aquí un programa que es a la vez psicológico, moral y ontológico.
He de reconocer que uno está acostumbrado a encontrarse con la idea de que la vergüenza es un sentimiento artificioso y aprendido, creado por la cultura y la educación: vendría a ser una herramienta de dominio que anula la libertad espontanea del niño y del adulto, y lo mejor sería abandonarla, como indicó Nietzsche. En realidad, los presupuestos teóricos de estos aforismos provienen de una actitud ilustrada, muy conforme con los naturalismos de la época contemporánea[2]. Naturalia non sunt turpia, se llegó a decir. Continuar leyendo