Obrar y contemplar
Los clásicos griegos y latinos no dejaron de preguntarse cuál era en la sociedad humana el estilo de vida más fundamental. No se trataba de buscar en qué consiste realmente la vida misma, la vida sustancialmente tomada, cuestión que equivale a la del ser propio de los vivientes[1]. Se preguntaban sólo por las operaciones vitales específicamente humanas, las que rigiéndose por la inteligencia polarizan radicalmente en la sociedad el vivir mismo del hombre, en tanto que éste busca individualmente su perfección y socialmente sus mejores relaciones con los demás. Para responder bastaba con indicar los fines más generales a los que podían dirigirse las distintas operaciones, pues «cada uno reputa como su propia vida aquello a lo que se siente máximamente atraído, como el filósofo a filosofar y el cazador a cazar»[2]. Estos fines generales hacen surgir dos estilos de vida fundamentales: un fin general es la «contemplación de la verdad»; y otro fin general es la «operación exterior». Los rasgos fundamentales de la vida humana en sociedad son la dedicación a contemplar la verdad y la dedicación a las obras exteriores[3].
He ahí los estilos de vida básicos: operar y contemplar; pero son estilos «intelectuales» de vida, puesto que es la inteligencia la que capta y conoce tales fines. Por ejemplo, el aislamiento del hombre en el goce puramente sensible, desconectado de relaciones espirituales y personales, hace que la vida humana baje un peldaño en la escala de la perfección que le es propia; asimismo, el «activismo», la «praxis», la «tecnificación» unilateral y la obsesionada entrega al mundo del trabajo, tan característicos de la vida moderna, no pueden considerarse cono partes de la vida activa humana, sino como modos de su mixtificación. «La vida humana ordenada –ya que de la desordenada no tratamos aquí, ni es propiamente humana, sino más bien animal– consiste en las operaciones de la inteligencia. Pero la vida intelectual tiene dos operaciones: una que pertenece a la misma inteligencia en sí misma considerada, y otra que le pertenece en cuanto que rige las facultades y fuerzas inferiores. Luego la vida humana será doble: una que consiste en la operación propia de la inteligencia en sí misma, y ésta se llama contemplativa; y otra que consiste en las operaciones de la inteligencia dirigidas a ordenar, regir e imperar las facultades inferiores, y ésta se llama vida activa»[4]. Continuar leyendo