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¿Evolución, azar, creación?

 

Abraham Teniers (1629-1670), «Monos fumadores». Utiliza colores más metálicos que su padre David. En el Siglo XVII proliferan escenas «humanoides» de monos, que son críticas a costumbres de aquella sociedad burguesa.

Chimpancés con máquinas de escribir

Que el mundo existe, está claro; y también el hombre con él. Pero ¿cómo ha sur­gido? ¿Se debe a un acto inteligente­mente planificado o a un puro azar?

Las teorías que se inclinan por el azar, advierten que se ha de contar con ingentes cantidades de tiempo para que al azar “le dé tiempo” de combinar todos los elementos que darían lugar al Universo. Claro que antes tendrían que existir “los ele­mentos” combinables y que todavía no formarían un mundo. ¿Cómo surgirían esos elementos previos? También por azar, diría la teoría aludida. ¿Y el tiempo, en cuyo curso quedarían tales elementos combi­nados? También por azar. Todo por azar, elementos iniciales, tiempo ne­cesario, mundo y hombre. A princi­pios del siglo XX el astrónomo Ar­thur Eddington propuso, para ilus­trar la teoría del azar, un ejemplo: si cien mil chimpancés se pasaran tecleando al acaso una máquina de escribir durante un tiempo muy amplio, acabarían escribiendo las obras del Museo Británico. Continuar leyendo

Fin y finalidad

Joseph Mallord William Turner (1775-1851), «Puesta de sol». La paleta cromática del pintor, de una gran independencia artística, muestra en esta puesta de sol un referente luminoso que es simbólicamente como el fin, la dirección de quienes hacen su navegación vital en un mundo tecnificado que, a pesar de todo, no es dominado por el hombre.

  1. Terminología y problemas filosóficos

Acepciones del término.- El “fin” traduce el griego τέλος (de aquí, teleología) y el latín finis (teleología y finalidad son equivalentes). Ambos vocablos expresaban la idea de límite, término o cumplimiento. Por tanto, el fin es, en su raíz etimológica, tanto la delimitación de algo o lo que termina algo, como su horizonte o a lo que se dirige un dinamismo para completarse o terminarse. Por otro lado, en sentido temporal es el «momento final»; en sentido espacial, es «límite» o determinación; en sentido intencional, es el cumplimiento de un propósito u objetivo.

Toda la problemática suscitada por la noción de fin no arranca de su carácter de término de una acción, lo producido por el agente, sino de aquello a lo que se dirige la acción, como término de una intención: lo perseguido por el agente, lo que se intenta o pretende. Es aquello por lo que el agente se determina a obrar; es el principio de la acción: aquello por lo que algo es hecho. De este modo, el fin aparece como nudo entre el orden efectivo y el orden intencional. De un lado, el fin-efecto, o «término»: el fin del orden efectivo es el remate de la operación. De otro lado, el fin-causa, o «principio»; sólo es causa cuando, hecha abstracción de que sea término de la obra, el agente lo toma como término de la tendencia y lo hace objeto de sus pretensiones. Tal pre-tensión es previa a aquella otra tensión que acaba en el efecto. El fin-causa es el principal determinante de una pretensión del agente, algo que solicita a éste, que lo atrae: el fin en el orden intencional es como una luz en la operación; es un principio que llama e invita a la causa eficiente para que se mueva a lograrlo. De este modo, el fin-causa (causa final) se remite a la causa eficiente: la índole propia del fin estriba en que mueve o invita a la causa eficiente a que opere y, por tanto, desde el principio dirige su actividad. Sin embargo, la moción que ejerce el fin proviene de su bondad o valor; la fuerza causativa del fin no es otra que la fuerza causativa del bien. El fin esencialmente atrae hacia sí a la causa eficiente; y mediante la causa eficiente se determina a existir[1]. Continuar leyendo

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