No es fácil entender en perspectiva histórica la profunda reflexión teórica que el baezano Diego D’Ávila Herrera (Tomás de Jesús, en su Orden) sostiene en el Siglo de Oro para proyectar claridad psicológica en el denso fenómeno místico. Una reflexión que pudo iniciar ya en su período de estudio en las Universidades de Baeza, Salamanca y Valladolid, leyendo lo más espigado de la Patrística, los escritos neoplatónicos de Dionisio Areopagita (muy citados en aquellas aulas entonces, como Los nombres divinos, La jerarquía celeste y La teología mística), San Buenaventura, Santo Tomás de Aquino, así como las obras manuscritas de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz, entre otros muchos autores. A finales del siglo XVII era considerado, con Santa Teresa y San Juan de la Cruz, la persona que mejor representaba al Carmen Descalzo[1]. Y por su reconocido prestigio intelectual algunos investigadores recientes han llegado a atribuirle la redacción de comentarios al Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz[2].