Una guerra mundial silenciosa
Resulta extraño asistir, por una parte, al espectáculo de las campañas orquestadas para protestar contra la pena de muerte y la guerra y, por otra, escuchar las mismas voces que claman por la legalización del aborto libre.
Las estadísticas menos hinchadas sobre control de natalidad aseguran que unos cincuenta millones anuales de seres humanos engendrados son eliminados mediante la interrupción voluntaria del embarazo con muerte del feto (según informes de las Naciones Unidas). ¡Una carnicería sin límite! Sólo en Norteamérica, desde 1973 a 1980, el número de abortos se elevó a nueve millones: más que las víctimas de la guerra del Viet-Nam.
Tomando como punto de referencia el año 1970 puede decirse que hasta el año 2013 el número de abortos practicados en todo el mundo asciende a más de 1.500 millones. Ante estas cifras, los 30 millones de muertos que durante 4 años arrojó la Segunda Guerra Mundial constituyen una cantidad insignificante.
Buena parte de las legislaciones hoy vigentes, en vez de perseguir el hecho y penalizarlo drásticamente, considerándolo como delito contra la vida de un inocente, abren la mano a su práctica aduciendo razones de múltiple índole: se permite abortar por causa de violación, malformaciones del feto, incesto, peligro para la salud física o psíquica de la madre, dificultades para la futura educación de la criatura, circunstancias económicas, etc. Continuar leyendo