1. Tiempo y conciencia
En el hombre es tan importante el ritmo fluyente de su existencia como la conciencia que él tiene de ese flujo. ¿Qué papel cumple la conciencia en la constitución del tiempo?
En sus Confesiones, San Agustín había llegado a la conclusión de que «no existe ni futuro ni pasado, y que tampoco se puede afirmar en sentido propio que existan tres tiempos, a saber: pasado, presente y futuro. Todo lo más que puede decirse es que existen tres tiempos: el presente del pasado, el presente del presente y el presente del futuro. De algún modo todos tres tienen su existencia en el alma, sin que pueda verlos en ningún otro lugar. El presente del pasado es la memoria, el presente del presente es la intuición, y el presente del futuro es la espera»[1]. Dicho de otra manera, no existe tiempo en acto sino en la conciencia humana. ¿Carece entonces de realidad objetiva el tiempo? De ninguna manera: San Agustín sólo indica que si no hubiera conciencia espiritual tampoco habría tiempo, el cual es formalmente una «medida»: medida del movimiento. La conciencia a la que aquí se refiere San Agustín es lo que podría llamarse «conciencia existencial», la conciencia de sí que acompaña en todo momento al flujo de nuestro existir. No es ésta una conciencia conceptual; y por relación a ella hablamos del tiempo vivencial.
Tanto para la conciencia conceptual como para la existencial vale la tesis de que el tiempo es una «medida» de duración, la del movimiento sucesivo; porque si no hay medidor (conciencia) tampoco habrá medida: seguirá habiendo cosas medibles, realidades que duran, pero eso es todo. La culminación formal del tiempo se debe a la numeración actual, a la medición del movimiento hecha por la conciencia, la cual considera una parte del movimiento en orden a otra. Pero de suyo el tiempo es un ente real, aunque fugitivo e inestable. Continuar leyendo