Caravaggio destaca la fuerte reacción de los soldados, quienes empujan a Judas para que consume la pérfida y pública manifestación del beso traicionero. // El texto adjunto es de Juan Valera (1824-1905), «De la doctrina del progreso con relación a la doctrina cristiana», Estudios críticos sobre literatura, política y costumbres de nuestros días. Tomo I, Madrid, Librerías de A. Durán, 1864, pp. 63-118]

El cristianismo no es una doctrina política y social

De cuanto va dicho en estos artículos, a los cuales  ha dado motivo el elegantísimo y elocuentísimo del Sr. Castelar, publicado en La Discusión del 24 del último diciembre, no puede ni debe deducirse que el cristianismo no haya renovado el mundo, que no haya transformado y mejorado la sociedad, que no haya hecho del matrimonio un sacramento, que no haya declarado hermanos a todos los hombres, y que no haya consagrado como virtudes la fe, la caridad y la esperanza. Ni yo niego ni ignoro todo esto, porque ni niego ni ignoro el catecismo. Lo que ignoro o niego es que el cristianismo, en el sentido estricto y determinado de la palabra, sea una doctrina política y social. Si esto concediera yo, y si esto entendiera, me haría inmediatamente defensor de la teocracia. De otro modo procedería con poca lógica. Pero justamente porque el cristianismo es doctrina moral y religiosa, y no lo es social y política, se ha establecido la división de los poderes espiritual y temporal que el Sr. Castelar menciona en su artículo, aunque para el Sr. Castelar es prueba contraproducente. Bueno será advertir, sin embargo, que aún están confundidos ambos poderes, espiritual y temporal, en no pocos Estados cristianos; y que donde el poder espiritual gobierna temporalmente, están los pueblos muy mal gobernados; y que donde el poder temporal se atribuye el gobierno de la Iglesia, la Iglesia está muy poco floreciente en ciencia y en virtudes. Así acontece en el Imperio Ruso, donde preside al santo sínodo permanente un general de caballería. Continuar leyendo