1. El juicio histórico: su verdad
La historia es siempre perfectible: continuamente inserta correcciones en los hechos que son probables y señala nuevas circunstancias. Cada hecho individual ha surgido de un ambiente espiritual y social en que los individuos viven, a saber, del “estilo de vida” (intrahistoria, espíritu objetivo), por cuya virtualidad se comunican y manifiestan los hombres. A su vez, el hecho remoto recogido por un historiador actual queda automáticamente tamizado por el “estilo de vida” en que vive. Esa tamización debe corregirse con la investigación, con el método riguroso, con la observación y la crítica. La comprensión histórica ha de aspirar a un grado necesario de exactitud: la suficiente para restituir aquel hecho a su intrahistoria propia, a su estilo de vida original. Esa es, en parte, la explicación histórica: encuadra el hecho en su propio ambiente humano, indicando procedencia u origen. Y como cada testimonio refleja un lado o aspecto particular de su ambiente, el historiador ha de reconstruir, con un número suficiente de testimonios, una visión total del pasado, haciéndose, sólo por la inteligencia, contemporáneo de lo que pretende conocer. El contacto con un segundo testimonio posibilitará una mejor comprensión del primero; y cada uno de los siguientes hará más inteligible la significación espiritual única de todos ellos: todos se verán surgir de un estilo de vida propio. Con todo, el relato histórico será un conocimiento aproximativo: no falso, pero sí inadecuado, susceptible de aumentar su convergencia hacia la realidad pasada.
De ahí que, desde el punto de vista gnoseológico, el juicio histórico carezca de una certeza metafísica o física: tiene sólo una certeza moral, la cual se refiere a los hechos libres del hombre[1]. Lograr esta certeza no es imposible, pues considerando las costumbres, las inclinaciones, las necesidades y las circunstancias que acompañan al acto libre se puede obtener un carácter común. Y aunque el carácter más cierto de los actos libres es la contingencia que tienen en la misma operación, es claro que una vez puesto o realizado el acto, éste tiene la necesidad de estar fijado (una “necesidad hipotética”, decían los clásicos), la cual es suficiente para lograr un conocimiento cierto, como enseguida veremos. Continuar leyendo