El odio como deseo del mal ajeno
Dice el Diccionario que odio es «antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea». Esa definición tan condensada exige una explicación. En parte porque el odio no es simple antipatía, ni tampoco mera aversión. El odio se opone en realidad al amor, primera tendencia del ser humano. Y así como hay un amor perfecto, afirmación y donación sin retorno, también existe un amor imperfecto, en el que no se cumple algún aspecto de esa afirmación y donación. Paralelamente existe un odio perfecto y un odio imperfecto.
En cuanto a la oposición entre el odio perfecto y el amor perfecto debe indicarse que se oponen directamente, puesto que el odio perfecto desea para otro un efecto malo o un perjuicio, al igual que, en sentido contrario, la amistad quiere para el amigo un efecto bueno. Pero hay un matiz importante que no debe quedar desapercibido: y es que en el odio perfecto el efecto malo se reviste de apariencia de un bien, debido a una causa externa y en orden a mí, puesto que el daño que se hace a otro aparece como un bien para mí; sin embargo, en el amor perfecto, dado que el bien que deseo al amigo es en sí intrínsecamente un bien, no necesita de una relación externa, para que por causa de ella se convierta en un bien y en una cosa apetecible. No obstante, es cierto que el bien deseado para el amigo es también un bien para mí; pues toda amistad hacia otro comienza por el amor a uno mismo: ciertamente, yo personalmente no amaría al amigo si no viera que eso es conveniente y bueno para mí[1].