Juan Luis Blanes (1856-1895): “El limpiabotas”. Este pintor uruguayo refleja una página de época, con matices realistas e impresionistas: el pulcro soldado adelanta sus botines a un bolero.

Juan Luis Blanes (1856-1895): “El limpiabotas”. Este pintor uruguayo refleja una página de época, con matices realistas e impresionistas: el pulcro soldado adelanta sus botines a un bolero.

Mirar con respeto, mirar con utilidad

 

Hace unos años tuve la oportunidad de dar unas conferencias en la Universidad Panamericana de México. A la tarde solía dar largos paseos por la antigua ciudad; y recalaba casi siempre en el bullicioso Zócalo. En los soportales que hay enfrente de la Catedral solían ponerse los limpiabotas o “boleros” que prestaban sus servicios a unos clientes que se sentaban vistosamente, leyendo el periódico, en unas altas sillas o banquetas que les permitían, por una parte, dominar el amplio espacio animado y, por otra, descansar sus pies en un peldañito casi a ras de suelo. Allí, una veces hincado de rodillas y otras veces agachado, el bolero se aplicaba muy servicialmente a lustrar los zapatos. Los clientes estaban sentados arriba, dominando el gran espacio; los servidores abajo, charolando la piel del zapato. El de arriba casi nunca hablaba con el de abajo. Tuve yo necesidad de ese favor; y me senté como se suele hacer. A los pocos segundos sentí una enorme desazón. No podía aguantar mi situación regia, desligada de quien me asistía haciéndome el favor. Y me acordé del imperativo moral kantiano: “Que ni en tí, ni en otro, trates a la persona como un mero medio o una simple cosa, sino como un fin en sí”. Este mandato moral no dice que rehuyamos los servicios que los otros nos pueden hacer; sólo indica que no tratemos a esos sujetos como “meros” útiles, como puras cosas, sino como algo más, a saber, como personas que no deben agotarse en ser medios para otras cosas. Y empecé inmediatamente a dialogar con aquel hombre que agachado a mis pies tenía sus ojos fijos en el calzado. Acabamos hablando de nuestras respectivas familias.

En casi todos los sectores de nuestra sociedad existen actividades que, bajo el amparo político, se dedican a “servicios”; por ejemplo, “servicio de salud”, “servicios inmobiliarios”, “servicios ecológicos”, etc. En todos los casos, hay alguien que “da” el servicio y otro que lo “recibe”; así, por ejemplo, un servicio es la actividad entre el proveedor (con sus manzanas tangibles) y el cliente (con su deseo tangible de consumirlas). Pero el interior del acto de servicio mismo no es algo objetivable y tangible ni se puede evaluar con medidas cuantitativas. Cuando de un soldado se dice que “murió en acto de servicio”, importa más la actitud subjetiva intangible del soldado, la cualidad moral, que la cantidad de cosas que podrían haberse salvado con su actitud. Continuar leyendo