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Los valores y sus teorías

 

Jan Van Eyck: «El matrimonio Arnolfini». El ilustre pintor flamenco expresa una serie de valores que se integran en la vida familiar: en primer lugar, el valor de la maternidad, reflejado en la esposa embarazada; en segundo lugar el valor de la fidelidad, manifestado en las manos unidas de los esposos; en tercer lugar, el dormitorio bellamente adornado con cortinajes, espejo y lámpara. Pero, en otro sentido más plástico, el valor del mismo cuadro, que acierta en color y finura a expresar todos esos valores.

Descripción del valor

1.  Voy a dar una conferencia a un club cultural. Dispongo de un coche para ir. Digo que ese coche tiene valor porque muestra un grado de utilidad o aptitud para satisfacer las necesidades de desplazamiento o proporcionar bienestar por su comodidad. Pongo en relación el valor con mi necesidad física.

Además, al pasar por un papelería he comprado un buen bolígrafo: digo que tiene un valor por sus cualidades: nitidez y suavidad de sus trazos, adecuación a los dedos de mi mano, rendimiento duradero; y teniendo en cuenta todo ello lo compro por cierta suma de dinero. Pongo en relación el valor con mi necesidad psicológica.

Asímismo explico a mi acompañante que el contenido de mi conferencia tiene un valor especial, por su significación de cierto alcance cultural. Pongo en relación el valor con mi necesidad cultural.

Al llegar al club me salen a recibir los amigos, quienes me consideran un hombre de valor, por la permanencia y firmeza de mis ideas, por las cualidades positivas que me atribuyen para desarrollar una determinada actividad. Consideran entonces mi cualidad de ánimo, que me mueve a acometer resueltamente proyectos y a arrostrar los aspectos negativos que acarrean. Pongo en relación el valor con una necesidad espiritual.

Después de dar la conferencia, muchos aplauden su valor social, por la fuerza, actividad, eficacia o virtud de lo dicho para producir efectos nobles en la gente. De hecho, decimos que valor es también el fruto o el producto de un estado o empleo. Pongo el valor en relación con el rendimiento sociológico.

En definitiva, valor es la cualidad que poseen algunas cosas, consideradas bienes, por la que son estimables.

Resumiendo: en el valor hay que considerar no sólo la cualidad buena, interna o externa, que una cosa posee, sino también el grado de estimación que las personas hacen de ella.

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2. En la actualidad se han estudiado los valores desde distintas perspectivas (filosófica, antropológica, moral, social, psicológica). El conjunto de esas perspectivas se ha configurado como una síntesis o “teoría de los valores”, teoría llamada Axiología (de axios, valor): abarca, por una parte, el conjunto de ciencias normativas y, por otra, la crítica a la noción de valor en general.

Lo que primariamente nos interesa es saber qué es, de manera más rigurosa, el valor.

Subjetivamente el valor es el carácter que reviste una cosa al ser más o menos apreciada (p. ej., valor de uso, valor de cambio). Objetivamente es el carácter de las cosas que merecen mayor o menor aprecio o que satisfacen cierto fin. El primer uso técnico de la noción de valor proviene de la economía política y de ella ha pasado sobre todo por influjo de Nietzsche al lenguaje filosófico, concretamente a la Teoría de los valores. Estudiaremos temáticamente el despliegue de esa Teoría de los valores. Continuar leyendo

Servicio a la persona: respeto, orden, diligencia

Pierre Eduard Frère  (1819-1886): "Sirviendo a sus hermanos".

Pierre Eduard Frère (1819-1886): «Sirviendo a sus hermanos». Poniendo atención razonable a su labor culinaria, la mocita se dispone a repartir la comida a sus hermanos, que impacientes esperan su ración correspondiente.

En casi todos los sectores de nuestra sociedad existen actividades que, bajo el cuño público o privado, se dedican a “servicios”; por ejemplo, “servicio de salud”, “servicios inmobiliarios”, “servicios ecológicos”. Hay servicios de mantenimiento, servicios de reparto, servicio de arriendo, servicios de talleres y otros más. En todos los casos, hay alguien que “da” el servicio y otro que lo “recibe”. De manera que un servicio es, por ejemplo, la actividad entre el proveedor (con sus manzanas tangibles) y el cliente (con su deseo tangible de consumirlas). Pero el interior del acto de servicio mismo no es algo objetivable y tangible ni se puede evaluar con medidas cuantitativas. De este momento “interior” del acto servicial os quiero hablar hoy.

En el ámbito del “hogar” y, más concretamente, en las operaciones orientadas al mantenimiento y cuidado de la familia (actividades culinarias, gastronómicas, higiénicas, etc.), la prestación de un servicio implica siempre referencias externas e internas muy especiales, o sea, relaciones con personas. Precisamente sobre estas relaciones personales os quiero proponer la tesis de «no hay un buen servicio, si no existe un gran respeto a la persona, y si no hay orden ni diligencia».

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RESPETO

El respeto en sentido general

La palabra “respeto” viene del latín respectus, que significa atención y consideración. De modo usual significa veneración, acatamiento que se hace a alguien. En una de sus acepciones también significa  temor: un temor reverencial ante lo que es grande u honorable. Continuar leyendo

¿Qué significa respetar? El servicio a la persona

Juan Luis Blanes (1856-1895): “El limpiabotas”. Este pintor uruguayo refleja una página de época, con matices realistas e impresionistas: el pulcro soldado adelanta sus botines a un bolero.

Juan Luis Blanes (1856-1895): “El limpiabotas”. Este pintor uruguayo refleja una página de época, con matices realistas e impresionistas: el pulcro soldado adelanta sus botines a un bolero.

Mirar con respeto, mirar con utilidad

 

Hace unos años tuve la oportunidad de dar unas conferencias en la Universidad Panamericana de México. A la tarde solía dar largos paseos por la antigua ciudad; y recalaba casi siempre en el bullicioso Zócalo. En los soportales que hay enfrente de la Catedral solían ponerse los limpiabotas o “boleros” que prestaban sus servicios a unos clientes que se sentaban vistosamente, leyendo el periódico, en unas altas sillas o banquetas que les permitían, por una parte, dominar el amplio espacio animado y, por otra, descansar sus pies en un peldañito casi a ras de suelo. Allí, una veces hincado de rodillas y otras veces agachado, el bolero se aplicaba muy servicialmente a lustrar los zapatos. Los clientes estaban sentados arriba, dominando el gran espacio; los servidores abajo, charolando la piel del zapato. El de arriba casi nunca hablaba con el de abajo. Tuve yo necesidad de ese favor; y me senté como se suele hacer. A los pocos segundos sentí una enorme desazón. No podía aguantar mi situación regia, desligada de quien me asistía haciéndome el favor. Y me acordé del imperativo moral kantiano: “Que ni en tí, ni en otro, trates a la persona como un mero medio o una simple cosa, sino como un fin en sí”. Este mandato moral no dice que rehuyamos los servicios que los otros nos pueden hacer; sólo indica que no tratemos a esos sujetos como “meros” útiles, como puras cosas, sino como algo más, a saber, como personas que no deben agotarse en ser medios para otras cosas. Y empecé inmediatamente a dialogar con aquel hombre que agachado a mis pies tenía sus ojos fijos en el calzado. Acabamos hablando de nuestras respectivas familias.

En casi todos los sectores de nuestra sociedad existen actividades que, bajo el amparo político, se dedican a “servicios”; por ejemplo, “servicio de salud”, “servicios inmobiliarios”, “servicios ecológicos”, etc. En todos los casos, hay alguien que “da” el servicio y otro que lo “recibe”; así, por ejemplo, un servicio es la actividad entre el proveedor (con sus manzanas tangibles) y el cliente (con su deseo tangible de consumirlas). Pero el interior del acto de servicio mismo no es algo objetivable y tangible ni se puede evaluar con medidas cuantitativas. Cuando de un soldado se dice que “murió en acto de servicio”, importa más la actitud subjetiva intangible del soldado, la cualidad moral, que la cantidad de cosas que podrían haberse salvado con su actitud. Continuar leyendo

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